Y es que, estamos vivos.

Es una sensación de felicidad extraña sin saber por qué. Es de repente sonreir para tus adentros y que se te salte una lágrima sin nigún motivo aparente. Es como una pelicula de Woody Allen en esa parte en la que no sabes si reir o llorar, pero sabes que aunque la película no acabe todo lo bien que te gustaría, habrás disfrutado y, sobre todo, aprendido algo o incluso todo de ella. Es mirar la vida desde el punto de equilibrio perfecto entre la objetividad y la subjetividad, donde te paras un instante, miras a tu alrededor y sonríes y lloras a la vez, y piensas que eres lo más bipolar que existe, pero da igual, porque sabes que hay algo bueno en eso, porque, es como encontrarte a tí mismo, poner una amplia sonrisa de satisfacción y decir: ''¡Ey! No está tan mal todo esto'' aunque sólo sea momentáneamente.
Lo mejor de todo esto es que puede surgir en cualquier momento, y por muy efímera que sea esa sensación, algo queda. Puede apareccer jugando con tus primas pequeñas, sentado en tu habitación frente al ordenador, teniendo una conversación con tus amigos y hay un momento en el que te quedas eclipsado... Pero lo bueno de toda esta historia es esto, te das cuanta de que realmente estamos jodidos, pero ¿qué coño? Puedes sonreir, y vivir, y aprovechar lo que te queda, y moverte, y descibrir, y volver, y avanzar, y tener una pequeñita y extraña sensación de felicidad sin saber por qué.

S. (@SofiaSchwartz)